viernes, 21 de junio de 2019

Violencia, una aproximación a su estudio

Con mucha frecuencia hoy visualizamos actos de violencia.

Para ponerlo en cifras, la tasa de homicidios aumentó 14%, 27 muertes por cada 100,000; el 69.4% de los homicidios fueron cometidos con un arma de fuego respecto de 2018; al menos 850 actos de violencia política se registraron en 2018, de los cuales, 175 candidatos o funcionarios fueron asesinados, sólo en 7% de los delitos se abrieron carpetas de investigación en 2017 y menos de 3% se cerraron con una sentencia, lo que arrojó una tasa de impunidad de 97%. (Índice de Paz, 2019)

En términos económicos, hubo un aumento del presupuesto en los rubros de seguridad del 10% en 2018, (5.16 billones de pesos) equivalente a 24% del producto interno bruto del país, equivalente a 41.181 pesos por persona; el gasto federal en contención de la violencia aumentó 3% en 2018. (Índice de Paz, 2019).  La organización mundial de salud, sigue muy de cerca este fenómeno, con el fin de establecer políticas públicas, que erradiquen y prevengan su crecimiento y efectos. ¿Es la violencia un problema médico, psicológico, económico o social?

Pareciera que hoy la violencia es un indicador, un dato o numero que clasificar, ¿Que pasaría si la violencia fuera un síntoma, no de una sociedad enferma sino de una forma concreta de concebir la forma en como deben actuar los individuos en sociedad? ¿Cómo explicamos la construcción mental, la representación personal, los aspectos aspiracionales (en caso de que los haya) que las personas miran en la violencia, es decir, la forma como adquiere materialidad en la vida diaria y cotidiana de las personas?

¿Por qué parece que en los actos de violencia que hoy presenciamos, hay algo más que el mero ejercicio de la fuerza? ¿Qué su externalización es la manifestación de un síntoma, que nos habla de representaciones o de ejercicios de las formas diversas que adopta el poder?,

Pareciera que en la violencia hay una determinada materialidad, que nos haría hablar de campos de la violencia, de prácticas violentas o de ejercicios del poder que se traducen en el aumento de la violencia y de su percepción, de la sensación de inseguridad y de una permanente perturbación de la paz, a través de la construcción cotidiana; alentada, consentida y permitida por las instituciones, desde donde pudiera rastrearse o establecer coordenadas para el entendimiento del fenómeno de la violencia, esto nos llevaría a suponer que la violencia puede estudiarse como un problema de imposición de una forma de vida que se instrumentaliza y replica en todos los segmentos de la vida social, como un problema filosófico e ideológico.

Podríamos decir que hay una violencia que genera representaciones que puede condicionar, construir y deshacer identidades y subjetividades, capaz de crear vínculos sociales y erigir relaciones; algo que podemos denominar como la forma ideológica de la violencia.

La violencia ideológica es el resultado de concebir al otro como peligro permanente, como una presumible amenaza siempre presente, podríamos decir que la violencia ideológica condiciona el actuar de los individuos, despojando a la violencia de su condición política, económica o social, logrando dejarla desnuda, en su forma palpable y material, revistiéndola de un carácter natural, instintiva, individual y ahistórica, haciéndola parecer irracionalidad pura, carente de sentido, reduciéndola a una pulsión, a impulsos o a deseos personales, pero que cumple una función individual muy específica, se presenta ante el individuo como el único medio de resolver las contradicciones y frustraciones sociales, como el mecanismo eficaz para garantizar felicidad.

Žižek  precisa que existe una relación entre pensamiento y realidad que se da a través de la representación, como mediación que hace posible la apropiación de los “universales” para vivirlos cotidianamente; lo real no opera directamente en los individuos sino a través de procesos de significación; la ideología opera no sólo como un proceso de deformación de lo real sino que se presenta como una necesidad imperiosa para poder acceder a lo real y dotar de significada a mi realidad inmediata.

¿Será entonces posible explicar lo que hoy percibimos como violencia desde la ideología?

Mi hipótesis es que es posible, que la violencia que hoy percibimos es producto de las representaciones que los sujetos hacen de ésta, fundada en la percepción de que me encuentro en peligro permanente, y que ese peligro se materializa en el otro.

[. . .] con la idea de aprendizaje social de la violencia se considera que la adquisición de comportamientos violentos es posible mediante dos tipos principales de aprendizaje. El primero es el directo. . . de la acción agresiva y violenta directa ejercida por parte del individuo. . . este tipo de aprendizaje sólo refuerza conductas que ya existen en el repertorio del individuo. El segundo tipo es indirecto, es simbólico, que se realiza mediante la contemplación de modelos. . . observando el comportamiento agresivo de otros individuos” (Martínez Pacheco, 2016: 27)


En tal sentido, el problema de la violencia no es más un problema de individuos, ni de una sociedad enferma, se trata de formas concretas por las que se disemina, se permite, se adiestra y se construye una percepción  de necesidad de la violencia. Esto es, si bien la violencia es una conducta individual, la pregunta acuciante, en este momento es, ¿Por qué parece que la sociedad entera recurre a la violencia como forma de solucionar sus problemas? ¿Por qué parece que la transgresión del orden, la criminalidad, el delito, son la formas permitidas, incentivadas, o consentidas por el poder? 

¿Si la violencia es una enfermedad, es decir, es una perturbación o desajuste, tratable y/o curable, por qué los asesinatos en escuelas, en lugares públicos, asesinatos de mujeres y niños, son cometidos por persona de quienes, a través de los estudios psicológicos y psiquiátricos, resultan ser mentalmente estables? 


Todo indica que ni las perturbaciones personales, desajustes emocionales, antecedentes familiares pueden explicar los actos violentos en México y el mundo; no se trata de un tipo de personalidad, de una alteración genética, cromosomatica o la activación del gen violento lo que produce la violencia?

 Hannah Arendt sostiene que, el punto de estudio de lo que hoy percibimos como violencia fue  posible porque dejamos de concebir la vida como una formación social y en cambio, la definimos como vida natural, como una forma de vida biológica, en la que el hombre, estuviera predestinado a colocarse en la cima de la cadena alimenticia, como si la selección natural, hubiera elegido al Hombre como el mejor exponente del principio evolutivo, estamos ante la imposición del Hombre por encima del estado, de la sociedad y de él mismo, ante la personificación de la vorágine y predación, ante la construcción de una guerra social en la que nos encontramos en una pugna constante; de repente nos encontramos ante la sorpresa de que la posibilidad de cambio se presenta cuando se encuentra vinculada a la posibilidad de acción no el sentido político sino en el sentido biologicista, como si nuestro destino fuera colocarnos en la cima de la cadena alimenticia, como si la selección natural fuera el principio evolutivo de la sociedad, es precisamente en este momento, que dejamos de hablar de violencia y comenzamos a hablar de destrucción.

[. . .]-la noción de una <<sociedad enferma>> de la que son síntoma los disturbios, como la fiebre es síntoma de enfermedad- sólo pueden finalmente promover la violencia. . . mientras hablemos en términos no políticos, sino biológicos, los glorificadores de la violencia pueden recurrir al innegable hecho de que en el dominio de la Naturaleza la destrucción y la creación son sólo dos aspectos del proceso natural de forma tal que la acción violenta colectiva puede aparecer tan natural en calidad de prerrequisitos de la vida colectiva de la Humanidad como lo es la lucha por la supervivencia y la muerte violenta en la continuidad de la vida dentro del reino animal.(Arendt, 2006:102) 

¿Puede ser que lo que en la sociedad globalizada (neoliberalismo) experimentamos y percibimos a la violencia como destrucción, es decir, como la forma concreta de aniquilar lo que me impide mi desarrollo,  la frustración y  la imposibilidad de transformar nuestras formas de vida?

¿Podría la violencia presentarse ante nuestros ojos como la solución, como el remedio para atenuar esa permanente sensación de infelicidad, ausencia desarrollo y de oportunidades?

¿Podríamos entonces afirmar que la violencia, hoy es percibida como el medio, el instrumento que nos acerca a la felicidad personal, como el medio eficaz y eficiente de obtención/recuperación de lo sustraído y que aniquila/extingue lo que impide lograr mi felicidad (el otro/lo otro)?

“la vida contemporánea sería la manifestación de una crueldad excesiva y no funcional: una crueldad que abarca desde las masacres del “fundamentalismo”. . . a las explosiones de la violencia “insensata” protagonizada por los adolescentes y marginados. . . una violencia que cabría calificar como Id-Evil, el mal básico-fisiológico, una violencia sin motivación. . . estamos ante una manifestación del mal básico. . . lo que nos molesta en el “otro” (el judío, el japonés, el africano, el turco…) es que aparenta tener una relación privilegiado con el objeto-tesoro, tras habérnoslo sustraído (motivo por el que ya no lo tenemos) o amenaza con sustraérnoslo. . . que afirma la identidad especulativa entre estas explosiones de violencia “inútiles y excesivas”, que sólo refleja un odio puro y desnudo. . . hacia la Otredad” (Žižek, 2008: 35-36)

En tal sentido, parece que la violencia no puede ser atribuida a las personas, esto es, no son las decisiones personales la que intervienen de manera directa en el ejercicio de la violencia, se trata del significado que los personas atribuyen a la violencia, esto es, se trata del resultado concreto y material que en sus vidas aporta el ejercicio de la violencia, lo que para ellos representa o les proyecta en sus formas de vida. 

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