“Las
vidas de los negros importan” es quizá la consigna más socializada en las
manifestaciones en repudio por el asesinato de George Floyd a manos de la policía
de Minneapolis, la consigna, no sólo pone de manifiesto que las personas con
pigmentación obscura gozan también, de un cumulo de potestades y derechos que
deben garantizarse y respetarse, sino que pretende además, visibilizar el grave
problema de estigmatización y discriminación que sufren ese y otros sectores. Las
crónicas visuales que en redes sociales se han dado a conocer sobre el caso,
han evidenciado que George Floyd, no opuso resistencia, incluso cuando los 3
policías se encontraban encima de él, en un tono misericordioso casi de súplica
advertía: “no puedo respirar”[1].
Las protestas se han multiplicado a escala
planetaria,[2]
todas con un común denominador, el repudio por el excesivo ejercicio de la
fuerza pública, el caso Floyd, revela la ausencia de control en el uso legal de
la fuerza o para ser más específicos que los cuerpos de seguridad despliegan un
actuar cruel y degradante en el ejercicio de la fuerza pública.
¿Por qué este actuar de las policías del
mundo?
En nuestro país, México, el 4 de mayo de
2020, se filmó un video que a casi un mes después del suceso se difundió a
través de redes sociales en el que se observa a por lo menos 4 elementos de la
policía municipal de Ixtlahuacán de los Membrillos, Jalisco; en el que se advierte
que detiene a Giovanni López, un joven albañil, de 30 años edad, a quien le
propinan sendos golpes por no portar
tapabocas, en plena pandemia por Covid-19.
Horas después, Giovanni murió, en el vídeo se
escucha como uno de los familiares de Giovanni, en el momento de que lo obligan
a subir a la patrulla, impedidos para poder rescatarlo, se dirige a uno de los
policías y sentencia: “güey, si lo matan,
ya sabemos”.[3]
Después de que se conociera dicho vídeo, al
día siguiente jóvenes, en su mayoría, salieron a marchar para denunciar el caso
y exigir el esclarecimiento del crimen; las detenciones ilegales y el exceso en
el ejercicio legal de la fuerza, estuvieron presente en la concentración por
parte de la policía; en el mismo contexto, pero en la Ciudad de México, el
viernes 5 de junio de 2020, circuló, nuevamente en redes sociales, cómo, durante
una marcha convocada en repudio al asesinato de Giovanni, una mujer joven,
después de caer al suelo, ya tendida, fue pateada y golpeada por elementos
policíacos.
En los tres sucesos, elementos policíacos
están sujetos a proceso, sin embargo, en el caso de Jalisco, los familiares de
los policías detenidos han manifestado públicamente que sus detenidos sólo
seguían ordenes de sus superiores[4] por lo que no hay conducta
que sancionar; algo parecido sucede en el caso de los elementos procesados en
la Ciudad de México, en la que compañeros de los presuntos responsables han
señalado que cumplían solamente con su trabajo, al tiempo que se han concentrado
masivamente para exigir la liberación de sus compañeros[5], por su parte en Estados
Unidos, se ha propuesto un reforma de ley para reglamentar el uso de la fuerza
legal; sin embargo tales acciones no parecen poner fin al problema, pues parece
que las facultades con las que cuentan los cuerpos de seguridad, lejos de
garantizar el respeto a las libertades e integridad personal de los detenidos,
se proyectan en vejaciones, desapariciones y la muerte.
Y ¿Si este actuar extremadamente violento,
transgresivo de derechos básicos y de la personalidad misma, fuera una manera
de continuar la dominación o la opresión de las personas?
El Estado-nación se constituyó bajo el amparo
de la doctrina del pacto social como una forma de proveer orden social y proporcionar
seguridad personal y colectiva de quienes se sometían a su soberanía, de ahí la
renuncia personal a a la violencia para que ésta se depositará en el Soberano,
en esa tesitura, los cuerpos de seguridad interna y externa deberían avocarse a
la prevención del delito, el cuidado y protección de la comunidad y sus
integrantes, la detención de los infractores y la presentación ante la
autoridad competente.
[…] la
violencia evoluciona con el proceso civilizatorio […] se desarrolla mediante
ciclos de violencia y pacificación no lineales […] El control de la violencia
en las sociedades europeas se logró mediante la autocoacción, pero esta última
no pudo producirse sin el monopolio estatal de la fuerza física. (Zavaleta
Betancourt, 2018: 158)
Sin embargo hoy parece que la función de
proveer seguridad a los ciudadanos no es el imperativo institucional de la
policía, da la impresión que es una práctica trastocada que se ha convertido en
una manifestación material del ejercicio del poder, en el andamiaje sobre el
que se yerguen las instituciones y de la que no pueden prescindir, se trata del
pilar sobre el que se sostiene el Estado y sus instituciones, asistimos al
ejercicio de la dominación a través del control social y político de los
hombres y su cuerpo, de forma que se emplea la fuerza para oprimir, para mantener
la organización social y el estado de las cosas
en su normalidad.
Los problemas
del poder estén realmente en el corazón de lo que llamo “la economía de la
violencia” hay una violencia primera del poder, una contraviolencia dirigida
contra el poder o una tentativa de construir los contrapoderes, que toma la
forma de contraviolencia. (Balibar, 2008:5)
Lo paradójico es que este empleo de la
fuerza, este uso legal y exclusivo de la violencia por parte del Estado,
adquiera un cariz destructivo y no de propensión de seguridad ni de
implantación de la paz y el orden, pues su uso se ha reservado exclusivamente
para aquellos que se encuentran en la posición de detentadores del poder.
La
separación entre la sociedad civil y el Estado no existe en la realidad. Por el
contrario, el Estado como la realidad fenomenológica se produce a través de
discursos y prácticas de poder, producidos en los encuentros locales a nivel de
todos los días, y produce a través de los discursos de la cultura pública, los
rituales de duelo y celebración, y encuentros con las burocracias, monumentos,
organización del espacio, etc. el Estado tiene que ser considerado como el
efecto de un nuevo tipo de gubernamentalidad (Begoña Artexaga, 2003: 398).[6]
En otras palabras, existen prácticas públicas
diseñadas y programadas que se implementan en la vida social, sin límites ni
barreras, que se traducen en formas de control y sometimiento, poniéndose en
práctica operaciones limitativo/represivas/transgresivas fundadas en rupturas
intencionales para moldear la personalidad, se trata de desfigurar la forma en
que ocurren los procesos sociales.
De esta manera, la violencia que hoy
presenciamos por parte de los cuerpos de seguridad a cargo del Estado son
formas de control permanente, sistemático y constante a través del uso temporal
de las fuerzas de seguridad como una
estructura coercitiva, centralizadora, prospectiva y de articulación que
garantiza la universalización de la razón de ser del Estado bajo
la forma de una Violencia Civilizadora,
pero esta violencia civilizadora sólo es
tal en la medida en que es capaz de desarticular la violencia no institucional,
de ahí que el uso legal de la violencia se materialice como una práctica para
mantener la paz y el orden social.
El monopolio de la violencia
física, la concentración de las armas y de las personas armadas en un solo
lugar hace que el ejercicio de la violencia sea más o menos calculable y obliga
a los hombres desarmados en los ámbitos pacificados a contenerse por medio de
la previsión y de la reflexión. En una palabra, esta organización monopolista
obliga a los seres humanos a aceptar una forma más o menos intensa de
autodominación. (Elias, 2012: 457)
El uso legal de la
violencia que presenciamos y sufrimos diariamente es un mecanismo de adaptación
y control a las necesidades del mercado, como una forma de armonizar los
intereses hegemónicos con nuestro lugar en el intercambio comercial, bajo la
simple regla aritmética: a mayor control menor
resistencia, se trata de imponer los intereses insertos en la estructura
estatal por encima de la razón, de hacernos entender que la seguridad es la prioridad,
y ésta sólo puede provenir del Estado. Este proceso civilizatorio capitalista
permite empoderar, producir y reproducir el statu quo, sin embargo, el aparente
proceso de civilización, engendra tensiones y contradicciones tan evidentes que
las mismas requieren de filtros que la vayan graduando hasta lograr
invisibilizarla, bajo un proceso de confrontación de lo políticamente correcto
e incorrecto, lo moralmente adecuado y lo que no lo es, que puede resumirse
como lo que institucionalmente es permitido y lo que no lo es de ahí que las
instituciones civilizatorias jueguen un papel muy importante en la conformación
del Estado de Violencia Civilizadora.
La contradicción esencial e
irresoluble que se le plantea a la modernidad “realmente existente”, es la que
se instala en el centro de la propia reproducción del sujeto social, el hecho
de que ésta deba ocurrir mediante el sacrificio o represión de su forma
cualitativa o concreta para abandonarse a la forma abstracta y cuantitativa del
valor, lo que denominamos hoy la “economía” es el lenguaje de ese sujeto
abstracto [… que] vuelve dispensable, a los seres humanos. (Millán, 2013: 54)
Resulta importante
resaltar que mientras que esta configuración del poder opera institucionalmente
como franca oposición a la transgresión de la ley, para la aceptación y
normalización de este actuar institucional violento se requiere de la
interiorización y manifestación de pulsiones violentas y transgresivas en el
seno social. La violencia emerge entonces como límite, lo que la trasluce, la acrisola,
la blanquea, pues no aparece como automática sino como la respuesta a
situaciones límite. De ahí que parezca que la violencia, al presentarla como
nacida de ciertos individuos o grupos de individuos, “los malos policías, los anarquistas, las feminizas, los policías
corruptos, los malos gobernantes, chairos, entre otros” procura la
restitución del Estado de Derecho, de lo que socialmente se nos ha inculcado
como la verdadera forma de la vida.
Sin embargo los ejercicios
excesivos de la violencia, actúan como electroshock, como una descarga
eléctrica que nos permite entender que la violencia institucional y social que percibimos
responde a una sofisticada forma de interacción entre la violencia subjetiva,
objetiva y simbólica, que proponemos llamar violencia ideológica, un actuar
violento desplegado personal o grupal que revela las formas de dominación y
sujeción inherentes al sistema, una violencia socializada y normalizada que se
dirige a preservar los interese que anidan en el Estado y los satelitales apostaziados
para garantizar la permanencia de los privilegios, a través de la imposición de
lo más cercano y parecido a un estado de guerra permanente o una guerra civil.
Sin embargo
existen niveles de violencia que no gravitan alrededor de la alternativa del
poder y el contrapoder, inclusive si, inevitablemente, ellos se devuelven y,
por así decirlo, vienen a infectarlos […] Nosotros vemos esta parte de alguna
manera inconvertible de la violencia como las más “excesiva”, la más
destructora y autodestructora, la que pone en juego no solamente, como en la
dialéctica del espíritu, el riesgo de la muerte propia, que es el precio del
poder y del a potencialidad, el del
apocalipsis bárbaro y de la destrucción mutua. O peor. (Balibar, 2008:5)
Bibliografía.
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México.
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Engels, Federico, El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado,
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psicogenéticas, Trad. Ramón García Cotarelo, Fondo de Cultura Económica,
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v (2004)
Pierre Clastres, Arqueología de la violencia: la Guerra en las sociedades primitivas,
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v (1975)
Vladimir Ilich, Lenin, El Estado y la revolución, la doctrina marxista del
Estado y las tareas del proletariado en la revolución, Ediciones en Lenguas
Extranjeras, Pekin, China.
Artículos
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razones, pp. 1-16.
v
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v (1998)
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Latina: una reflexión histórico política, Revista Argumentos (Méx.) vol.23
no.64 México sep./dic.
[1] Véase George Floyd: cómo fueron sus últimos 30 minutos de vida, en: https://www.lanacion.com.ar/el-mundo/george-floyd-que-paso-antes-su-arresto-nid2372161, consultado el 7 de junio de 2020.
[2] Revise Las protestas contra el racismo policial saltan de Estados Unidos al
mundo, en: https://www.france24.com/es/20200531-protestas-racismo-policial-mundo-floyd, consúltese también Ola mundial de
protestas contra el racismo y la violencia policial, en: https://www.dw.com/es/ola-mundial-de-protestas-contra-el-racismo-y-la-violencia-policial/a-53708790
[3] Así
fue la detención de Giovanni López justo ants de su muerte, en: https://www.youtube.com/watch?v=G58s1kqN7xY Léase Quién es Giovanni López, el
albañil que tiene de cabeza al sistema, visible en: https://www.infobae.com/america/mexico/2020/06/06/quien-es-giovanni-lopez-el-albanil-que-tiene-de-cabeza-al-sistema/
[4] Consúltese: Aseguran que policías seguían sólo ordenes, visible en: https://www.milenio.com/mileniotv/politica/comunidad/familiares-de-dos-policias-detenidos-exigen-su-libertad
[5]Léase: Policías piden liberar a compañeros detenidos por agresión a Melanie,
en: https://www.excelsior.com.mx/comunidad/policias-piden-liberar-a-companeros-detenidos-por-agresion-a-melanie/1386904, consultado el 8 de junio de 2020.
[6]
The separation between civil society and the state does not exist in reality.
Rather, the state as phenomenological reality is produced through discourses
and practices of power, produced in local encounters at the everyday level, and
produced through the discourses of public culture, rituals of mourning and
celebration, and encounters with bureaucracies, monuments, organization of
space, etc. The state has to be considered as the effect of a new kind of
governmentality
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